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-El sonido que hace apenas una década se asociaba a las bandas latinas se ha convertido en un fenómeno juvenil masivo en nuestro país por su invitación a la mezcla. «Representa una nueva forma de entender el mundo», explica Tomasa del Real, una de las estrellas de la escena

Si estás entre los 13 y los 25 años, o tienes hijos de esta edad, debes saber que hay una cosa que une a la gran mayoría de estas personas que viven en España: el reggaetón. Este sonido sudoroso y pegadizo se ha convertido en el pegamento que ha acabado con las diferencias de raza, género o clase social. Suena en el móvil de los chavales que se reúnen en las discotecas de moda de las capitales, en las calles de los barrios latinos y en los parques de extrarradio.

El reggaetón, de hecho, ha hecho más por la integración en España que muchas políticas públicas. Para sustentar esta idea, Carles Feixa, profesor de Antropología Social de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, define este género de origen puertorriqueño como «un esperanto musical» que conecta a través del baile a colectivos que a priori nada tienen que ver y destroza los prejuicios en torno al color de la piel, la orientación sexual o el poder adquisitivo.

«A mi hija de 17 años le gusta el reggaetón, entre sus amigos es algo normal. Los que ahora son adolescentes y postadolescentes en España han crecido junto a otros jóvenes de origen latino y han absorbido su música como algo natural», explica este catedrático, que compara el fenómeno con el que vivió Barcelona a partir de mediados de los 60 con la rumba al mezclar culturas (la catalana, la gitana, la cubana y la andaluza) a través de la música.

EL REGGAETÓN CARGABA CON UN MARCADOR ÉTNICO: SE ASOCIABA A ACTITUDES VIOLENTAS Y LOS BARES ERAN LUGARES DE ENCUENTRO DE PANDILLAS RIVALES COMO LATIN KINGS Y ÑETAS

Fue en 2005 cuando Feixa, quien ha dedicado su carrera al análisis de las culturas juveniles, detectó un fenómeno protagonizado por la migración latina que se agrupaba en barrios de Barcelona como Paral.lel y las periferias urbanas de L’Hospitalet y Santa Coloma. Al año siguiente publicó el estudio Jóvenes latinos en Barcelona. Espacio público y cultura urbana (Anthropos) sobre la aparición de una nueva escena musical nocturna y cómo esta generaba sinergias sociales.

«Por entonces el reggaetón cargaba con un marcador étnico: se asociaba a actitudes violentas y los bares eran lugares de encuentro de pandillas latinas rivales como Latin Kings y Ñetas», matiza Feixa. Una década más tarde, ha salido del gueto favoreciendo la inclusión social. «Lo que importa no son las letras, sino el baile como herramienta de conexión. Para muchas chicas ha significado un arma de empoderamiento».

Sofía Conti llegó con 11 años a San Sebastián procedente de Argentina. Sufrió el racismo: «Viví la latinidad cuando todavía no era un concepto cool entre la juventud española. Algunos compañeros en el cole se metían conmigo, y eso que yo soy blanca y apenas tengo acento. Por ser una chica latina debía cumplir ciertos clichés: ser cariñosa, hablar mucho y todas esas presiones relacionadas con el machismo. Me daba miedo».

En 2017 creó en el País Vasco la fiesta Dimelow, consagrada al reggaetón bajo el alias DJ Flaca. «Creía que me iban a tirar tomates y no se iba a entender que una chica pinchara un género que carga con el estigma del machismo», explica. Sucedió todo lo contrario: arrasó gracias a su apuesta por el placer sin remordimientos.

«Es normal que en épocas de crisis económica la juventud responda con expresiones hedonistas», apunta Feixa, quien hace un símil con el auge del swingprevio al crack del 29.

Hoy, a sus 23 años, Conti vive en Madrid y es considerada una de las selectoras más influyentes de esta nueva escena. Forma parte del colectivo feminista CHICA, que aboga por espacios seguros e inclusivos en la pista de baile al son de éxitos de Don Omar, Tego Calderón y otros clásicos del género.

Ella ha vivido en sus propias carnes el cambio de percepción en la sociedad española durante la última década hacia el colectivo latino y cree que el reggaetón ha jugado un papel clave para favorecer la integración entre los jóvenes. «Estamos viviendo una diáspora creativa: es el momento en el que los hijos de migrantes vivimos, existimos y hacemos música fuera de nuestros países, mezclando todo con todo, conectando con los españoles de nuestra generación», señala la DJ.

SOMOS PARTE DE UNA COMUNIDAD ‘SPANGLISH’ CADA VEZ MÁS GRANDE UNIDA POR LA CREATIVIDAD Y POR ROMPER FRONTERAS EN LA CERCANÍA FÍSICA DE UNA DISCOTECA

El gran boom de la migración latina se vivió desde finales del siglo pasado, en la época del «España va bien» de Aznar. El tránsito se frenó con el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007, pero la corriente empieza de nuevo a cambiar: en los últimos meses, y por primera vez desde 2011, los ciudadanos extranjeros empadronados en España han aumentado, según el INE. Colombiana, venezolana, hondureña, dominicana o ecuatoriana son algunas de las nacionalidades más representadas.

«En las ciudades en España que han recibido mayores olas migratorias desde Latinoamérica es donde se ha consolidado el circuito juvenil en torno al reggaetón», afirma Feixa. Así, en Barcelona están las fiestas Suave y Fuego, además del extinto Club Marabú; en Valencia existe Roto Club; en Madrid hay sesiones como Infierno o Guateque Social Club y ciclos de conciertos como Trvmp, y cada vez más el circuito que engloba a la música latina y urbana se expande con festivales o sesiones puntuales en Murcia, Galicia, Andalucía, Canarias…

Cuando la chilena Tomasa Del Real llegó a España en 2015 descubrió una incipiente escena con sabor latino. «Esta nueva ola representa una nueva forma de entender el mundo. El público creó este movimiento y mezcló a gente que no tenía nada en común mas allá de disfrutar del baile, se abrió a todos sin importar que tengas la piel más o menos morena», comenta desde su casa en Los Angeles.

Frente al activismo de DJ Flaca, la creadora de éxitos como Perra del futuro huye de mensajes políticos. Su lema es Neoperreo para gozar. Habla a una generación nueva que tiene alergia a los prejuicios. Cree que lo que está sucediendo en España se puede trasladar a América: «Somos parte de una comunidad spanglish cada vez más grande unida por la creatividad, por compartir, por romper fronteras en la cercanía física de una discoteca».

Su mensaje ha calado: en abril triunfó con su neoperreo en Coachella, un festival en el desierto californiano donde se reúnen las grandes estrellas de la música moderna junto a hijos pijos de famosos, estrellas de Hollywood y los agentes de los sellos más poderosos. Ahí fue donde el año pasado la gran diosa del pop Beyoncé se rindió ante el reggaetón al invitar al escenario al colombiano J Balvin para cantar en español Mi gente.

SI NO PENSÁRAMOS QUE J BALVIN ES INTERESANTE, NO LO TRAERÍAMOS. AHORA MISMO ES UNA ESTRELLA POP TANTO COMO LO PUEDA SER JUSTIN TIMBERLAKE

«El reggaetón es hoy una música transversal, un signo de nuestros tiempos», dice Joan Pons, jefe de prensa del festival barcelonés Primavera Sound, uno de los más respetados del mundo por su potente radar para identificar tendencias. El cartel de este año ha marcado un hito al incluir como cabeza de cartel a un artista de reggaetón: el propio J Balvin. Entre el 30 de mayo y el 1 de junio, además, actuará el icono feminista del género Ivy Queen. Es una consecuencia lógica del éxito global de Despacito y la penetración de los sonidos latinos en la industria discográfica.

«Algunos dirán que llegamos tarde, pero lo importante es ser consecuentes: si no pensáramos que J Balvin es interesante, no lo traeríamos. Ahora mismo es una estrella pop tanto como lo pueda ser Justin Timberlake», señala Pons.

Mientras los grandes festivales se hacen eco de esta nueva realidad, ¿existe un temor a que las clases pudientes se apoderen de este fenómeno y perviertan una expresión puramente callejera? Ejemplos no faltan. El pasado 8 de marzo la influencerMaría Pombo, colaboradora habitual de marcas de lujo, organizó en Las Ventas #SuaveFest, una fiesta consagrada al reggaetón con el dominicano Henry Méndez como gran reclamo.

«Lo importante es mezclar culturas y ofrecer espacios de libertad. Ya era hora del boom mundial de lo latino, hace tiempo que miramos con interés sonidos como el mambo, el dembow o la bachata», responde Edgar Kerri, uno de los responsables de Cha Chá The Club, el garito de música urbana de moda en Madrid. «Era súper triste que en España solo hubiera fiestas para blancos. En nuestras sesiones se mezclan colombianos, peruanos y dominicanos con españoles, pero también con chinos, árabes o negros», añade Kerri, también miembro del grupo The Zombie Kids.

La fiesta abrió en 2016 como un club privado con contraseña. Cada viernes a partir de la medianoche se forman colas en su nuevo local de la calle Alcalá. Por allá han pasado Tomasa De Real y la argentina Ms Nina. Los dueños no esconden su carácter exclusivo. «Nos gusta compararnos con el club Berghain en Berlín, la decisión de si entras no depende de tu forma de vestir, sino de la onda que transmites», explica Kerri.

«Es importante que existan propuestas como Cha Chá para visibilizar esta escena latina más allá del underground», opina DJ Flaca. Sin embargo, ella es la primera en asumir la culpa por no estar logrando llegar a los chavales que viven, en el caso de Madrid, en barrios latinos como Tetuán. «Comprendo que no quieran venir a nuestras fiestas. Lo que ofrecemos es reggaetón para blancos. Somos nosotros los que tendríamos que acercarnos, ir a esos barrios que no están de moda y salir del centro de las ciudades».

Ése es el sueño de los implicados en la escena: que el reggaetón, que invita a bailar en pareja muy pegados y con las rodillas casi dislocadas, consiga poner a todo el mundo a perrear.

 

 

 

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