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Ante el desgaste de la situación interna, Juan Guaidó, reconocido por más de medio centenar de países como presidente encargado de Venezuela, busca reactivar desde la vecina Colombia la presión internacional contra el Gobierno de Nicolás Maduro. El líder de la oposición volvió a desafiar por sorpresa la prohibición de salir de su país para reunirse este lunes en Bogotá con el presidente Iván Duque y el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo. En el marco de una cumbre antiterrorista, el jefe de la Asamblea Nacional se hizo eco de sus dos grandes aliados y enmarcó la crisis venezolana en la lucha contra el crimen transnacional al reiterar el llamado a elecciones libres y justas.

El Gobierno de Maduro es “un régimen que ampara el terror y el odio”, señaló Guaidó en sus declaraciones a la prensa después de reunirse con Pompeo. En la misma línea de sus aliados, denunció que Venezuela financia a la guerrilla colombiana del ELN y admite en su territorio a la milicia libanesa Hezbolá. En alusión a los atentados que ha sufrido Colombia, señaló que en el caso venezolano “ese terror viene del Estado”, negó que su país esté dividido y lamentó que en su lucha ha tenido que enfrentar a los “paramilitares” del gobierno chavista. “Podemos cambiar la historia”, insistió.

“Presidente Guaidó, me complace decirle así”, le saludó un elogioso Duque, hombro a hombro, durante la instalación de la III Conferencia Ministerial Hemisférica de Lucha contra el Terrorismo. El anfitrión denunció por enésima ocasión que “la dictadura de Nicolás Maduro alberga en su territorio grupos terroristas”, como el ELN y las disidencias de las FARC, además de la llamativa denuncia de la presencia de células de Hezbolá. Apostilló que “ningún Estado de la región puede cabalgar sobre esas premisas de ilegalidad de manera impune”

Pompeo, por su parte, pidió a la comunidad internacional seguir apoyando “los esfuerzos del pueblo venezolano de volver a la democracia y acabar con la tiranía de Maduro”. También se hizo eco sobre la presencia de Hezbolá –que calificó como el brazo armado del régimen de Irán– y enfatizó que “esto no es aceptable”. Al secretario de Estado lo acompañó el enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, Elliott Abrams.

El lugar de la cita tenía especial relevancia por varias razones. Además de que Colombia es por mucho el principal país de acogida de la diáspora de cerca de cinco millones de venezolanos que huyen de la crisis, la conferencia, que contó con delegaciones de más de 25 países, tuvo lugar en la Escuela de Cadetes de la Policía General Francisco de Paula Santander, en el suroccidente de Bogotá. Es el mismo lugar donde hace un año el ELN atentó con un coche bomba que mató a 22 cadetes, entre ellos una ecuatoriana. Duque ha denunciado con insistencia, incluso ante la Asamblea General de la ONU, que Venezuela se ha convertido en un “santuario” de grupos armados ilegales colombianos y en que el ELN, en particular, mantiene una retaguardia al otro lado de la frontera.

Colombia y Estados Unidos han sido los principales promotores del llamado “cerco diplomático” contra Maduro que la presencia de Guaidó en Bogotá busca revitalizar. En la capital colombiana también se organizó una suerte de reunión informal del Grupo de Lima, que ha respaldado el mantra opositor que consiste en el “cese de la usurpación”, gobierno de transición y elecciones libres. La intención de Guaidó es proseguir con una gira internacional, que incluye Londres, Bruselas y su participación en el foro económico de Davos. El jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, anunció este lunes que se reunirá el miércoles con el político venezolano. En Davos aterrizará el jueves, informa Alicia González. El año pasado, durante la gran cita de la élite económica, se conoció la proclamación de Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional, que desembocó en una reunión de urgencia de varios mandatarios, entre ellos el colombiano Duque, para reconocerlo como mandatario interino de Venezuela.

Guaidó reflota así su desafío al chavismo, que en el arranque del 2020 ha maniobrado para arrebatarle poder en la Asamblea Nacional. Sin embargo, en momentos en que el apoyo popular al líder opositor venía a la baja, ese renovado impulso no está garantizado, pues los gobiernos de Washington y Bogotá enfrentan sus propias crisis. La administración de Donald Trump encara un incierto proceso de impeachment, mientras Duque afronta una profunda crisis de popularidad con oleadas de protestas en su contra.

El mandatario colombiano ha sido durante su año y medio en el poder un feroz crítico de Maduro, al que tilda de “usurpador”. Su apoyo irrestricto a Guaidó ha elevado la tensión entre dos vecinos que comparten más de 2.200 kilómetros de una porosa frontera. Bogotá es también desde hace décadas un aliado estratégico de Washington en Latinoamérica, y esta es la tercera visita de Pompeo en el último año. El secretario de Estado ya había elogiado el pasado enero el compromiso de Duque para restablecer la democracia en Venezuela, cuando se reunieron en Cartagena, y en abril visitó la ciudad fronteriza de Cúcuta para conocer de primera mano la crisis humanitaria provocada por la migración.

El presidente colombiano, como ya lo había hecho su mentor, el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), ha planteado una política exterior cuyo eje principal está en Estados Unidos, pues necesita la ayuda norteamericana para afrontar las amenazas de seguridad que representan el ELN, las disidencias de las FARC y las bandas de narcotráfico. Aunque Bogotá ha mantenido una buena sintonía con la Casa Blanca en torno a la respuesta para lidiar con Venezuela, el nivel récord de los cultivos de coca ha sido una fuente de fricciones.

 

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